El Covid-19 ha traído la muerte a nuestras vida cotidiana de manera repentina, con el agravante de que ha anulado la posibilidad de despedir a nuestros fallecidos. Nos quedamos sin ritual de despedida.

«Este hecho tiene una evidente repercusión psicológica en las personas a las que les afecta directamente, pero también la tiene para el conjunto de la sociedad, porque el ritual funerario apacigua la angustia que provoca la idea de morir de manera individual y colectiva», explica la socióloga Alicia Aradilla.

Con el coronavirus «llega el momento de crear nuevos rituales de despedida a nuestros seres queridos, para mantener la salud emocional como sociedad», indica la socióloga.

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